jueves, diciembre 21, 2006

Yo creo que existen dos clases de poetas: los que toman cerveza y los que escriben poesía

(Reflexionando con Diego en un café)

lunes, diciembre 18, 2006

El Bar. Fotos Conrimel, por Veronica Quense


Fotos Conrimel, por Veronica Quense






Fotos Conrimel, por Veronica Quense





Fotos Conrimel, por Veronica Quense





Fotos Conrimel, por Veronica Quense







Fotos Conrimel, por Veronica Quense





Octubre: Encuentro de poetas, por Lila Calderon


Coquimbo fue el lugar elegido como destino de un singular encuentro poético, para mujeres de palabras agudas y ojos bien abiertos. “Con rimel”, el Encuentro Internacional de Mujeres Poetas del Cono Sur, se realizó entre los días 5 y 7 de octubre de 2006, en la ciudad de Coquimbo, IV región. Su objetivo era exponer la propuesta escritural de poetas chilenas y argentinas, que son consideradas representativas dentro de sus países en el escenario de las letras. El llamado era también una instancia en la cual plantear una reflexión acerca de las preocupaciones, temáticas, nuevas formas de escritura y las características de estos discursos, entre otras problemáticas, que de modo general diesen cuenta del estado de la poesía femenina en la actualidad.
Desde Argentina concurrieron a la cita las poetas: Marina Alessio, Gabriela Bejerman, Romina Freschi, Anahí Mallol, María Mariasch, Claudia Masin, María Medrano, Cecilia Pavón. Las chilenas convocadas fueron: Soledad Fariña, Graciela Huinao, Fanny Campos, Rosario Concha, Damsi Figueroa, Karen Toro, Marcela Saldaño, Malú Uriola, Eugenia Prado, Verónica Quense, Nadia (Campos) Prado, Alicia Salinas, Priscila Cajales, Gladys González y Lila Calderón, entre otras figuras de la Región. Y como invitadas especiales las poetas Marcia Mogro de Bolivia y Angélica Freitas de Brasil.
De manera extraoficial fueron incluidos también en este encuentro, algunos jóvenes poetas como: Héctor Hernández, Benjamín León, Pablo Paredes, Víctor Hugo Díaz y Enrique Winter, invitados especiales que permitían proponer un espacio de integración a la otra voz. Cabe señalar que no todas las invitadas asistieron a la cita, por lo que mencionaremos sólo a las que presentaron sus textos en la Casa de la Cultura de Coquimbo, sitio oficial del Encuentro.
A la hora de destacar, clasificar, definir o nombrar las preocupaciones temáticas más recurrentes surge el primer problema. Existe diversidad de tonos y motivos, voces y matices. Conozco gran parte de la obra poética de la generación anterior ya reconocida; pero me causó un secreto placer oír tanta audacia y fuerza en las voces nuevas, todas muy interesantes, como en el caso de la chilena Karen Toro (1980), y el poema 3 de su libro “El silencio crece en el jardín” : ¿Sabías que ayer se abrió la temporada de caza?/ por eso vamos a soltar los perros/ para que vayan a rastrear tus olores/ tus zumbidos./ Yo por mi parte,/ con paciencia,/ me tenderé al sol/ esperando que mis perros/ regresen con vida. En otra línea de intensidad semejante, Damsi Figueroa (1976), revisita el paisaje mitológico con un matiz crepuscular en su poema “Apocalipsis del motivo”: Toda la fauna reflejada en una fuente/ La bestia con los cuernos rotos/ La bífida descamada/ Semen sobre las plumas del cisne/ Sobre su cuello blanco y su pico sepultado/ Semen sobre su ala rota// Se desgranan las pupilas del cordero/ Las vértebras del cisne, como frutos/ maduros en la fuente// Y tú, que sólo imitas el dolor del siervo herido,/ Nada puedes hacer para lavar la sangre de mis ojos./ (Tu lengua está limpia)/ Nada puedes hacer para que tu canto arda.
Especial interés despertó la poeta mapuche Graciela Huinao (1956), en una lectura bilingue mapudungun-español, que con un cariz de rescate identitario, recuperó la voz de los ancestros, puso en escena las raíces de una poesía vinculada a la oralidad y la vibración musical de la palabra, en su relación integral con la naturaleza. Así vivimos la experiencia con su poema “Los gansos dicen adiós”.
El humor en todas sus tonalidades estuvo presente en los textos, pero el dolor sin disfraces también dejó caer las vendas y la piel, palabra a palabra. La poeta María Medrano (1971), de Argentina, desplegó, en un juego que en un principio aparecía como un monólogo ingenuo, ingredientes cada vez más cercanos al desconcierto, a través de una hablante que expresa su aflicción –casi vanal- en la escena claustrofóbica del poema ”Lima de carey”: abro y cierro el cierre de mi bolsito manicure/ y vuelve a llamar ella/ reclamándome la lima de mango de carey./ jamás se la voy a dar no por la lima/ sino por la historia sentimental/ por tantas lágrimas que hicieron/ barro con el polvillo de mis uñas/ apretando el carey, para evitar otra lágrima/ y mirar/ fijamente la uña limada, para no demostrarle que estoy llorando./ ella sabe./ por eso llama/ y la reclama./ ella quiere esa lima/ ella quiere mi lima./ ella quiere/ que yo deje de mirar su mango/ de carey/ ella quiere que la mire a ella/ pero no la voy a mirar. esa lima de mierda, me dice ella/ esa lima de mierda no vale nada./ yo sé./ yo sé./ no le voy a dar esa lima de mierda/ a esa que era mi/ amiga/ y que ahora me llama/ reclamándome/ esa lima de mierda de mango de/ carey/ que no vale ni tres pesos/ y que es mía/ porque ella me la regaló/ porque ella la compró para mí./ para mi cumpleaños/ ella no tiene idea de lo que es/ cumplir 23!/ Ahora me voy corriendo/ a publicar este poema en la revista de/ moda/ para que todas mis amigas/ sepan que ella me reclama la lima/ de carey.
En un escenario de violencia coreográfica, que atrae por los destellos y luminosidades que encienden las imágenes de una acción delicadamente destructora, en ”New York City Subway”, Anahí Mallol (1968), de Argentina, expresa: Pestañas/ postizas/ de azul metalizado./ En los labios/ brillitos de chivréal tono./ Y plumas,/ muchas plumas./ Hombre/ vestido de azul oculto/ por el taco/ aguja/ de sandalia/ (cherchez la femme) / pies desnudos/ lucientes/ de uñas/ azules/ metalizadas/ (dans la nuit)/ delicada flor azul/ soñada por Novalis/ -he´s a queen/ really a queen/ la femme/ bleu dans la nuit- / camina / como si nunca se hubiera sorprendido/ de nada./ Hay tensión en el aire./ Las cosas/ la gente comienzan a moverse. / Un frágil equilibrio/ un mundo/ donde la vida/ sólo puede/ provenir de la muerte. /Tres veces disparó./ No vi a la chica/ pero vi que gritaba.
Un texto que se abre a una dramática escena, donde todo ocurre casi cinematográficamente y el telón desaparece para dejar ver la crudeza de la secuencia, en plena vía pública, en plena vida pública. Anahí Mallol, poeta y crítica, escribió acerca del trabajo escritural de sus congéneres, en “Mujeres que buscan, cambian, se divierten: poetas argentinas”: “Ahora, que conviven con el lápiz Revlon, que juegan con las figuritas de Sarah Key, que crecieron acunados/as por modelos-muñecas anoréxicas, y son tan gordos que deben inventarse consuelos, ahora el maquillaje, las muñecas, la tele, el sexo, la madre (desdramatizados, visto con serenidad y distancia su espesor trágico que así se adelgaza, se vuelve cómico o se asume como una máscara o disfraz para el juego y la experimentación) están ahí, diciendo, y sin querer decir más que lo que dicen: de esto, de esta mezcla de discursos, estamos hechos”.
A la hora de establecer paralelos y trazar diferencias o semejanzas, entre quienes escriben con vista al Pacífico y quienes lo hacen de cara al Atlántico, no se encuentran aristas radicales para tomar en cuenta. Quizás habría que ampliar el espectro, ya que, después de todo se trata de un grupo pequeño. Pero, ya el hecho de poseer un lenguaje expresivo en común -la poesía-, sugerirá en los textos preocupaciones comunes para dar cuenta del espacio que se habita, recorrer el laberinto y descubrir sus salidas, si las hay, encender el fuego, dar la voz de alerta, detener la sangre, emitir el grito, saludar la vida, cuidar las semillas, lavar las heridas, entre otras acciones compartidas también por millares de mujeres, que en el curso de la historia, recolectaron la miel o pintaron bisontes, sin haber puesto una firma que permitiera definir la identidad, el género, o un nombre travestido.
La crítica Patricia Espinosa dice en “Panorama de la poesía chilena de mujeres: 1980-2006”, que nota una presencia constante del cuerpo agredido y sensibilizado, que se expresa en la escritura a través de la experimentación y el riesgo. También considera a la ciudad asumiendo el rol de personaje y a veces cómplice en el tránsito por los márgenes donde se afirma este gesto de resistencia, asistimos –dice Patricia Espinosa-, “cada vez más a los cruces de la poesía con géneros como el testimonio, la crónica, el diario”.
Y para cerrar con poesía, Marcia Mogro, de Bolivia, con un texto de su libro “Lacrimosa” de 1988: azul mirada cielo plateado/ tiembla/ con el corazón vacío/ replegado/ bajo un clima delirante/ de barbarie y destrucción/ evoca (como en un sueño)/ el desplazamiento de las mareas/ de sorprendente e implacable factura/ (piensa en la piedad/ inmaculada/ absorta en la melancolía)/ al borde/ sostenido apenas ante la hondura/ amplía la memoria/ que se ilumina/ invadida por la imagen lenta, fuerte y poderosa/ de nuestros cuerpos contemplando/ el humo de un barco distante/ en tiempos de invierno y mar brava/ (lacrimosa/ alarga su mano en la oscuridad/ sólo para estar segura que estás ahí).
Cabe destacar el inmenso esfuerzo de Gladys González en la organización de este Encuentro, ya que instancias como éstas son las que permiten ampliar fronteras, concertar voces diversas y por sobre todo difundir la poesía.
*Este texto saldra en la revista de la Fundacion Neruda proximamente

Cartas de amor de Gabriela Mistral. Carta XIV*

13.-10 PM. Me levanté a las 3 PM. Llovía, hacía mucho frío y me quedé en cama leyendo. Después, he trabajado y sólo la noche me queda, como ayer, para conversar contigo.
Tengo mucho que decirte, Manuel, mucho. Pero son cosas que se secan al pasar a la palabra.
Me dices ingenuamente: "Dame la dicha, dámela; tú puedes dármela". Y conmovida hasta la tortura, yo miro en mí y veo con una claridad perfecta, que yo no podré dártela, Manuel. Amor, mucho amor; ternura, ternura inmensa como nadie, nadie, la recibió de mí; pero ni ese amor ni esa ternura te darán felicidad, porque tú no podrás quererme. ¡Si lo sabré yo, si lo habré comprendido bien! Este es el punto que tú evitas tratar y es el único que debiéramos tratar, porque es "el único que importa". Tú no serás capaz (interrógate a ti mismo) de querer a una mujer fea. Hoy, ayer, varios días, desde que mi viaje se ha decidido, vivo pensando en nuestro encuentro. Y me voy convenciendo de que va a ser él la amargura más grande de mi vida. Tú eres bondadoso, y querrás dejar ver el golpe, y (eso será lo peor) me hablarás con cariño. Tal vez llegarás a besarme, para engañarte más que para engañarme. He observado que hay en ti un gran deseo de engañarte, de creerte enamorado, de gritarte conmovido. Quieres conmigo aturdirte como con un mal aguardiente, para olvidar; no me alegues; ¿qué puedes alegar? Todo lo que dices, tu acariciar y tu emocionarte hasta lo más hondo es por lo que tú crees que soy yo. ¡Si fuera posible evitarte y evitarme el sufrimiento que, seguramente, te va a sangrar y me va a sangrar en ese encuentro! Pero, no hay remedio. Los dos lo queremos, los dos lo llamamos con desesperación. Yo lo querría mañana mismo. Porque te quiero más cada día y porque tampoco es posible que tú estés en el ridículo de una situación así: viviendo para un absurdo y por un absurdo. Esto crece, y me da miedo ver cómo me estás llenando la vida. Todo me lo has barrido; los menudos cariños por las niñas, hasta por las gentes que viven conmigo, se apagan. No tengo tibieza de brazos, palabras afectuosas y actitud de amor sino para ti. Y hay todavía tres meses de espera; tres meses de quimera para ti y robustecimiento para mí de una cosa que, seguramente, tú mismo me pedirás que arranque. Te aseguro que no me parece ya un juego ni algo sin peligro. Me da miedo. ¿Qué hacer? No hay remedio. ¿Para qué hablar, fantasear contando con el futuro, si estamos edificando sobre una locura? Y no hay remedio. Alguna vez he pensado en mandarte un retrato mío en que esté parecida (porque el que tú conoces es muy otro) ¡pero eso es ineficaz! Tu imaginación siempre pondría luz en los ojos, gracia en la boca. Y algo más: lo que más ha de disgustarse en mí, eso que la gente llama el modo de una persona, no se ve en un retrato. Soy seca, soy dura y soy cortante. El amor me hará otra contigo, pero no podrá rehacerme del todo. Además, tardo mucho en cobrar familiaridad con las personas. Este dato te dirá mucho: no tuteo absolutamente a nadie. Ni a los niños. Y esto no por dulzura, sino por frialdad, por la lejanía que hay entre los seres y mi corazón. ¿Conseguirán tus ojos aquel día mostrarme tu alma de modo que la confianza brote en el acto y eche los brazos al cuello en la realidad como te los echo en la imaginación? No, porque tus ojos, leales a tu alma, no tendrán luz de amor en aquel momento. Tú no podrás quererme, Manuel. Esto me lo he dicho mil veces hoy día. Mira, el Dmgo. ppdo. cuando ese hombre me hablaba de su simpatía por mí le oía con rabia como se oye a un embustero. Eso fuera de la irritación que da el que alguien le hable de ternura cuando se tiene llena el alma de ella, pero para otro. Y eso que ese hombre quizás pueda querer a una mujer fea, porque él no es lo que eres tú físicamente ni lo que eres como refinamiento de espíritu. No hay quién me convenza hoy a mí de que puede quererme. Sólo un idiota. Dime la verdad, Manuel. ¿Tan grande es la ceguera que tú mismo te has dado que nunca has pensado en lo que puede resultar de nuestro encuentro? Dime la verdad: ¿no te ha atormentado este pensamiento como me atormenta a mí? ¿Serás capaz, te dejará la bondad ser honrado para no tocarme, para no decirme una palabra más de cariño, después del desengaño? Perdóname, pero yo no te creo capaz de esta generosidad, por lo mismo que tú ya conoces de antemano el efecto que hará en mí. No discutamos los modos de amarnos; hablemos de esto que es lo inmediato y lo esencial: Tú ¿me querrás fea? Tú ¿me querrás antipática? Tú ¿me querrás como soy? Te lo pregunto y veo luego que no puedes contestarme. Como un niño me hablas, con toda la ingenuidad de un niño y me dirás: Sí. Te siento niño en muchas cosas y eso me acrece más la ternura. Mi niño, así te he dicho hoy todo el día y me ha sabido a más amor la palabra que otras. Esta ternura mía es cosa bien extraña. No fui nunca así para nadie. El amor es otra cosa que esta ternura. El amor es más pasional y lo exaltan imaginaciones sensuales. Me exaltan a mí sobre todo tus palabras doloridas y tiernas "desviadas un poco del ardor carnal". Quizás tu mirada me conmueva más que abrazo; quizás me dé tu mirar la embriaguez que los demás arrancan de caricias más íntimas. ¡Niño mío! Yo no sé si mis manos han olvidado o no han sabido nunca acariciar; yo no sé si todo lo que te tengo aquí adentro se hará signo material cuando esté contigo, si te besaré hasta fatigarme la boca, como lo deseo, si te miraré hasta morirme de amor, como te miro en la imaginación. No sé si ese miedo del ridículo que mata en mí muchas acciones bellas y que me apaga muchas palabras de cariño que tú no ves escritas, me dejará quietas las manos y la boca y gris la mirada ese día. ¡Ese día! Si voy a sufrir mucho ¿no será preferible evitarlo, Manuel? Pero es necesario. Te prometo procurar que estemos solos. Sería padecer más si fuera delante de otros. No te escribo más, aunque quisiera seguir. ¿Por qué? Porque esta carta me ha hecho sufrir más que otra alguna. Es terrible esta situación. ¿Serás capaz de quererme después de haberme visto? Como un heroísmo talvez. Pero yo no admitiría heroísmos de esa especie.

Tuya, tuya, completa, inmensamente.
L

Cuando me mandes un certificado, previéneme. Y pon la carta no tan a la vista. Pega dos hojas. ¿Por qué eres tan flojo? El mismo día de despachar el certificado despachas carta simple.
*Cartas de amor de Gabriela Mistral. Sergio Fernández Larraín (comp. y notas). Santiago, Ed. Andrés Bello, 1978.