La Mistral es de la Mistral
Los escritores -y ustedes honran en mí también eso- vivimos sin núcleo que nos afirme y nos sustente, desconocidos por las patrias materiales que aceptan como suyos cerros y ríos, pero no sus realidades espirituales a las que declaran montón aéreo de palabras, como si de aire no vivieran ellas en la atmósfera que las viste; pintores y escultores andan en lo mismo, viviendo bajos motes de escupemuros y amasa-monos, como si la luz que hizo una aparta de colores y una distribución de volúmenes en el paisaje, realizase cosa distinta de lo que ellos hacen, decorando el mundo para regalo de esos ojos apetitosos que son los del hombre; los músicos, familia huérfana si las hay, viven mirados como maniáticos dulces, que están empezados en organizar la emoción común en duendes musicales, lo cual está muy bien para que hagan nuestro aire vivo y él no nos hastíe y por el hastío nos lleve al embrutecimiento.
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